Andando los pasos de San Juan de Dios en Granada: algunas reflexiones

Autor: Lauro Quesada Jiménez, 1ºB (2014/15)

En la fría tarde del jueves 28 de noviembre un grupo de alumnos nos disponíamos a las tres de la tarde  a emprender un recorrido que nos llevaría tras los pasos de una de las figuras más importantes que en cuanto a avances en el campo de salud se dieron hace ya más de quinientos años. Una de las figuras más importantes y a la vez de las más desconocidas. ¿Por qué? Tal vez sea alguno de esos caprichos que la historia nos “regala” de vez en cuando, o cualquier otra razón ni mucho menos justificada, más cuando indagamos un poco en la vida y el legado de este hombre.

El mejor método para saber por qué somos hoy lo que somos es la memoria, volver la vista siglos atrás y en un alarde de imaginación intentar comprender como seríamos hoy si aquello tan lejano en el tiempo (que no en el espacio) no hubiese sucedido.

De todos modos nosotros, estudiantes de primero de Enfermería que estrenábamos una facultad absolutamente moderna e innovadora (incompleta también, todo hay que decirlo) hace pocas semanas, aquel viernes gris acompañados por nuestro profesor, Don Manuel Amezcua nos disponíamos a introducirnos en las entrañas de aquella Granada vieja, medieval, que despertaba poco a poco de ese sueño largo del que nunca pareciera que iba a despertar mirando al futuro, con los ojos puestos en una modernidad que llevaba años llamando a la puerta.

Juan ciudad Duarte fue una de esas llamadas y las puertas de aquella Granada con ganas de progresar se abrieron para recibir a aquel hombre nacido en Portugal, que fue un trotamundos hasta que recaló en esta tierra, donde ejerce de vendedor de libros religiosos hasta que es encarcelado en el Hospital Real, al ser tratado de loco. Al salir del reclutamiento, su vocación le lleva a dedicar su vida a los más pobres: pide limosna, atiende los enfermos…

Con el tiempo se le van uniendo algunos compañeros y se comienza a gestar una orden hospitalaria que llega hasta nuestros días, que nació en Granada y tuvo y tiene su centro en esta tierra: la orden de San Juan de Dios. Juan de Dios muere el ocho de Marzo de 1550, víctima de una pulmonía tras intentar rescatar a un niño que se estaba ahogando en el rio Genil.

Pues bien, nuestro recorrido será guiado por los pasos de este hombre, llevándonos a conocer los lugares más emblemáticos de la Granada de San Juan de Dios, comenzando por el hospital que lleva su nombre, un proyecto que San Juan de Dios no llegó a ver terminado y que sería el culmen de su obra en la ciudad que  “sería su cruz”. Es una pena que un edificio tan importante se encuentre es las condiciones que pudimos verlo, dejado de la mano de Dios por las instituciones.

Nada más entrar pasamos a un gran patio de estilo renacentista con una fuente ricamente ornamentada en el centro a través del cual se distribuía todo el hospital. Después pasamos a otro patio de menores dimensiones y con una decoración más pobre y de un estilo más cercano al barroco. Este patio fue construido para ampliar el hospital que se estaba quedando pequeño. Cabe destacar la importancia de este edificio, tanto en su función como en su influencia, ya que el hospital de San Juan de Dios ha estado operativo durante siglos y su influencia a lo largo del tiempo ha sido enorme, tomándolo como modelo para construir hospitales por todo el mundo.

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Pero antes de construirse el hospital de San Juan de Dios, Juan Ciudad se dio cuenta de la necesidad de tener un lugar fijo donde poder atender de forma digna a sus enfermos. Por ello, antes de iniciarse este gran proyecto, San Juan de Dios no atendería a los pobres en la calle, sino que su vocación le llevaría a alquilar diversos locales por Granada como en la plaza de Bibarrambla, el local de la calle Lucena y el de la cuesta de Gomeres.  Sus pasos nos llevarían por las citadas calle Lucena y plaza de Bibarrambla hasta llegar a Plaza Nueva donde pudimos ver la cuesta de Gomeres (y casi imaginarnos a Juan Ciudad vestido con su sotana cargando enfermos a cuestas, subiendo por esa empinada calle que llega a los pies de la Alhambra).

Llegamos por ultimo al lugar donde murió San Juan de Dios, la casa de los Pisa. Y aquí sí, nada más entrar a este lugar se respira que estás entrando a un lugar especial. Aquí el alarde de imaginación al que hacíamos referencia antes se hace más llevadero ya que en el momento en el que cruzamos esa pequeña puerta de madera, pudimos notar como el paso de los siglos allí no había hecho tanta mella. Notábamos que estábamos en un lugar especial y lo confirmamos en el momento en que empezamos a descubrirlo, a desentrañarlo. El edificio estaba de nuevo articulado por un patio central a través del cual se distribuían todas las estancias.

Tuvimos el placer de descubrir un lugar donde se respiraba historia, un lugar que conservaba algunas obras de arte únicas y documentos que han resistido el paso de los años para llegar a nosotros y contarnos como era la vida hace quinientos años. Pudimos ver uno de esos documentos, recientemente restaurado: el  libro 3º de Registro de Hombres y Mujeres, de 1566-1567, en el que aparecían los nombres, apellidos, dirección  y pertenencías de todos los enfermos que eran atendidos.

Por último vimos la capacha con la que San Juan de Dios pedía limosna (por lo que a su grupo de seguidores se les conoció en los primeros años como los hermanos de la capacha), su primera pintura, su bastón y la habitación donde murió, de rodillas con un crucifijo entre las manos.

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Cuando tenemos la oportunidad de tener un contacto tan directo con estas obras de arte y estos documentos me vienen a la mente dos cosas: en primer lugar, el hecho extraordinario de que un libro débil, de papel apenas resistente, que parece que se rompe con solo dirigirle la mirada pueda sobrevivir quinientos años y “dejar tiradas por el camino” a decenas y decenas de generaciones; y en segundo lugar, me viene a la mente la necesidad de dejarle esas obras que nos hablan de como éramos  y de por qué somos lo que somos a las generaciones venideras en mejores condiciones de como los encontramos, para que ellos también puedan aprender y descubrir su propia identidad a través de la historia.

 

 

Acerca de Manuel Amezcua

Catedrático de Investigación en Cuidados de Salud, UCAM. Doctor por las universidades de Alicante y UCAM-Murcia. Presidente de la Fundación Index, Granada, España.

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